domingo, 13 de marzo de 2011

CAMINO DE SANTIAGO. Etapa. Arzúa-Labacolla

DESDE "VILLANOVA" (Arzúa) POR SANTA IRENE,

HASTA "LAVAMENTULAS" (Lavacolla)




Nos ponemos en la N-547, que enseguida dejamos al desviarnos por la izquierda por Laberco y Raído, donde cruzamos el río Raído.
Salimos de Arzúa por la Rúa do Carme. En esta ocasión lo hicimos más temprano de lo habitual, porque hemos planteado una etapa algo más larga, para llegar hasta Labacolla.



Esto nos permitirá acortar la etapa siguiente y última, con objeto de poder llegar a la misa de peregrinos en la Catedral.
 
A continuación, atravesamos un robledal, descendiendo hasta As Barrosas tras cruzar el arroyo del mismo nombre.
 
Durante un corto trecho caminaremos por la N-547 y la dejaremos por la derecha para meternos por una pista que nos llevará por varios pueblos: Cotorbe, Pereiriños, y Tabernavella.
 
Ya en el municipio de O Pino, pasaremos por Ferreiros, cuyo nombre quizá provenga de los herreros (ferreiros) que arreglaban las herraduras de los caballos.


Tras cruzar el arroyo Langüello, pasamos por Boavista, todo por un entorno de prados y bosques de eucalipto, donde también aparecen zonas de cultivo y frutales.


Un camino de tierra nos lleva hasta Salceda.
 Con algo más de vida que las poblaciones anteriores, por la compañía de la carretera.
 Se deja la N-547 por una pista a la derecha, donde está el monumento a Guillermo Watt, peregrino fallecido en 1993 "a una jornada de Santiago".





Dos caseríos más y se llega a Brea, topónimo muy repetido a lo largo del Camino gallego que hace referencia a "vereda". La ruta sigue jugueteando con la carretera.


Después de A Rabiña sale de nuevo a la nacional, donde un andadero permite coronar el alto de Santa Irene.

Varias casas a ambos lados de la carretera y un par de restaurantes. La flechas indican un camino a la derecha, que tras dar un rodeo sale de nuevo a la nacional unos metros más abajo.


Obdulia, la hospitalera, se encarga de mantener el magnífico refugio, construido en 1993 detrás del antiguo Ayuntamiento. Arca, antesala de Santiago, es un tapón de peregrinos en verano; resulta aconsejable preguntar antes si hay sitio en el refugio de Santa Irene, porque el de Arca, pese a su capacidad, suele completarse muy pronto. Desde cualquiera de los dos, madrugando, se puede llegar a Santiago con tiempo para asistir a misa de 12.
Se sigue por asfalto hasta Santa Irene.
 
La población fue hace muchos años sede del Ayuntamiento del concello de O Pino. El viejo edificio, que también se utilizó como escuela, se ha reconvertido ahora en albergue de peregrinos.


Tras cruzar de nuevo la N-547, la Vía Jacobea pasa por Rúa,pequeño núcleo, dependiente de la parroquia de Arca, cuyo nombre evoca su condición de calle o camino hacia Santiago.


El arcén de la nacional lleva por fin al refugio de Arca, llamado así por el nombre de la parroquia que aglutina a estas aldeas, aunque en realidad se encuentra en Pedrouzo. Agrupados en torno a la nacional, la villa ofrece tantos servicios como una ciudad importante.
Para volver al Camino hay que desandar los pasos hacia atrás y retomar la señalización en la gasolinera.
O bien, seguir hacia delante por las calles de Pedrouzo, torcer a la derecha en el bar Pedrouzo (que abre temprano y sirve desayunos), en dirección a Lameiros, y conectar con la ruta a Santiago junto al campo de fútbol.
Tras cruzar la N-547 en la aldea de Cimadevilla, la traza se hunde en una corredoíra oscura, ejemplo vivo del camino medieval. Conviene saborearlo con avaricia porque será la última vez que el siseo de los pasos viole un espacio tan intimo y misterioso; el Camino se acaba y lo que resta a partir de ahora nada tiene que ver con la magia y la metáfora.
Un largo y cómodo ascenso entre eucaliptos da paso al alto de Labacolla. La ciudad no se ve pero se intuye.
Aparece el mojón del kilómetro 12, que será el último, porque a partir de aquí, inexplicablemente, desaparecen. A la bajada se pasa junto a las balizas del aeropuerto. Es fácil que un avión trepide sobre las cabezas del viajero;




son las incongruencias de una peregrinación en el siglo XXI.






Enseguida llegamos a Labacolla. En esta localidad, aprovechando la corriente del rio homónimo, los peregrinos solían lavar sus ropas y sus maltrechos cuerpos para presentarse ante el Apóstol en un mínimo estado de revista.






Grande y diseminado, las flechas obligan a atravesarlo por el interior, sin embargo los servicios están junto a la carretera

Con María y su vecina pasamos un ratito muy agradable de charla junto al río Lavacolla ( lo he visto escrito con "b" y "v" así que me despido con "v"), esperando la hora de cenar.

Tras la cena nos fuimos a descansar, nerviosos porque a día siguiente llegariamos emocionados a Santiago, con un punto de tristeza porque se nos acaba el Camino.