jueves, 22 de noviembre de 2007

EL VALLE DEL SILENCIO

Un paseo por la "Tebaida Leonesa"


El paseo por el que hoy os quiero llevar lo conocí hace poco más de un año, con ocasión de un viaje que hicimos al Bierzo. Yo supe del lugar hace como 3 ó 4 años. Me hablaron de la zona unas compañeras y amigas de Chary, quienes al decirles que íbamos a conocer León y su provincia me dijeron: no dejéis de ir al Valle del Silencio. Nunca había oído hablar del sitio por lo que en cuanto pude me metí en internet, para investigar y ahí quedó la cosa. Por fin hice ese viaje a León, que llevaba aplazando varias veces y en un precioso pueblo, cercano a los Arribes de Duero (de este lugar también os hablaré pronto), Fermoselle, husmeando entre las guías de la zona ví un librito, editado por la Diputación de León y escrito por David Gustavo López, titulado, precisamente, Valle del Silencio. Me lo traje conmigo y empecé a hojearlo y a sentir unas enormes ganas de ir a conocer la zona y por fin lo hice. Lo que pude ver era todavía mejor que lo que había leído.
El autentico valle del Silencio se encuentra justo al final del viaje que os voy a contar, es una impresionante hondonada entre dos grandes montes que pertenecen al macizo de los Montes Aquilanos.

Para recorrerlo salimos una mañana temprano, con un precioso día de otoño en dirección a Ponferrada, desde la casita rural donde nos alojábamos, no muy lejos. Como no conocíamos esta ciudad y aprovechando que era domingo, paramos a conocerla y oír misa en la Basílica de la Virgen de la Encina, patrona del Bierzo, hermoso templo de estilo renacentista, de finales del siglo XVI.
Quizá lo más impresionante de esta ciudad sea su castillo templario, que en tiempos fue convento-fortaleza de la Orden, en la actualidad bastante ruinoso, aunque por lo que vimos en fase de rehabilitación.
También son destacables algunas casonas nobiliarias, de las que destaca la llamada casa de los Escudos, hoy Museo de la Radio, promovido por Luis del Olmo, hijo insigne de Ponferrrada.



Desde allí y en dirección sur tras atravesar el puente sobre el rio Boeza, nos adentramos por la carretera comarcal que conduce a San Esteban de Valdueza (valle del Oza). Cuando llegamos a San Esteban, después de subir un fuerte repecho, nos encontramos con el río Oza, que aquí se remansa y por el que seguiremos subiendo en busca de nuestro destino: Peñalba de Santiago.


A tres kms nos encontramos a orillas del arroyo del mismo nombre: Villanueva, quizás el pueblo más importante del valle, en la actualidad.



Pero volvemos al valle del Oza para continuar nuestro camino, que ahora se convierte como dice David Gustavo en el libro que antes os mencionaba en “armoniosa sinfonía de luz y color, en un deleite para los sentidos: rumor de aguas, verdes prados, solitarios caseríos, tamizados rayos de sol que se filtran a traves de frondosas arboledas de chopos, castaños y nogales…¡Explosión de naturaleza comprimida entre las romas cumbres de los montes Aquilanos!”

Siguiendo camino pasamos por Valdefrancos encajonado a las orillas del río y llegamos a San Clemente, pueblo algo fantasma, de casas de piedra que nos evocan otros tiempos y en el que se destaca su Iglesia con una curiosa hornacina en su espadaña que alberga a un extraño Cristo, esculpido en piedra.
A partir de San Clemente el camino sigue discurriendo entre frondosos bosques de viejos castaños que presentan sus impresionantes troncos retorcidos como testigos de un tiempo que en aquellos parajes parece haberse detenido hace muchos siglos. Junto a los bosques surgen hermosas praderas verdes a orillas de un turbulento río Oza que se desliza bajo sencillos puentes y que no hace tanto tiempo empleaba su fuerza para mover las turbinas de los muchos molinos que en la zona hubo y que hoy abandonados se resisten a morir.
Siguiendo nuestra ruta, subimos por un camino siempre serpenteante que nos lleva primero a San Pedro de Montes, en el que ahora no entramos y por fin a nuestro principal objetivo Santiago de Peñalba, con los valles de Friguera y Silencio al fondo que nos recibe con una estampa de colores que tan solo la naturaleza es capaz de proporcionarnos.

Hemos llegado al corazón de la “Tebaida leonesa”. Allí nace el Oza y es el lugar donde en los siglos IX y X resurge una intensa vida eremítica llevada de la mano de un hombre santo: Genadio, obispo de Astorga.
En el lugar donde dejamos el coche pudimos contemplar un espectáculo inolvidable y difícilmente igualable. A los valles, ya comentados acompañan una serie de montañas, todas de altitud superior a los 2000 m, así pudimos ver los macizos marmóreos de La silla de la Yegua, las Berdianas y Pico Tuerto, acompañados de Pico Cueto, la Cruz del Pico o Fraga.

Después entramos en el pueblo. Las casas de piedra gris y lajas de pizarra dan la sensación de que no se despegan de la tierra. Una calle llena de balcones a la entrada y las pocas gentes que allí habitan (alrededor de 20 personas en la actualidad) parecen que se detuvieron en la época medieval



De aquella época era el Monasterio que San Genadio funda, siguiendo los pasos de otro Santo de la zona, el visigodo San Fructuoso, fundador del Monasterio de San Pedro de Montes, del que luego hablaremos. Del monasterio de Peñalba solo queda su iglesia, hoy convertida en iglesia parroquial, un bello ejemplar de iglesia mozárabe y que suponemos que dirigió algunos de los monjes que acompañaron a Genadio en su retiró, procedente del Califato de Córdoba, donde su vida religiosa no era fácil



Destaca sobretodo la elegante puerta con dos arcos gemelos apoyados en tres columnas de mármol rematadas con capiteles mozárabes.



Es una iglesia pequeña de 18 m de larga por 5 de ancha, con planta de cruz latina, gracias a la adición de dos capillas laterales de menor altura que la nave central.
En el interior la nave central se divide en dos tramos separados por un gran arco de herradura. La cubierta se hace con arco de medio punto y sobre el crucero lleva una cúpula octogonal, apoyada sobre 4 arcos. El ábside es al exterior plano e interiormente con arco de herradura. El contrábside es interiomente semicircular.




Los muros son de mampostería con contrafuertes de refuerzos en el exterior. Los adornos son flores, o la rueda helicoidal ambos típicos en la construcciones visigóticas y que en cualquier caso son reminiscencias célticas.


Tras pasear el pueblo y puesto que era hora de comer decidimos acercarnos al pueblo de San Pedro de Montes, ya que en Peñalba no había donde comer.
Deshicimos parte del camino y al llegar al desvío tomamos un corto tramo de carretera que nos acercaba a San Pedro.



Allí nos recibió el imponente monasterio, que aunque en estado ruinoso parece que empieza a ser restaurado. Este Monasterio se fundó en el siglo VII y fue su fundador San Fructuoso, como ya dije, discípulo de San Isidoro, que años mas tarde sería nombrado obispo. Era de familia noble, hijo de un duque y militar de Toledo, a quien su vocación religiosa lleva a retirarse y dedicarse a la oración.


Funda en Compludo un Monasterio, pero es tal su fama de santidad que se ve requerido contantemente para sanar de alma y cuerpo a gentes llegadas de distintos rincones. Todo ello lo distrae de la oración y es por lo que decide retirarse a la soledad del valle y fundar este monasterio.


Dado que está restaurándose solo pudimos verlo por fuera que a pesar de su abandono impresiona, dada su magnitud.


Tras la comida paseamos el pueblo que se alza por encima del conjunto monástico, lleno de casas de piedras en su mayor parte cerradas, aunque según nos dijo un lugareña las están comprando gentes que viven en grandes ciudades y las están acondicionando para vivirlas en época de vacaciones.






















Tras el paseo regresamos por el mismo camino hacia Ponferrada, aunque antes de llegar nos paramos a ver la iglesia de Santa María de Vizbayo, en un barrio de esta ciudad, una de las construcciones románicas más antiguas del Bierzo (siglo XI)