jueves, 7 de agosto de 2008

Pirineo de Huesca-Iglesias



Con esta voy a iniciar una serie de páginas en las que hablaré de las iglesias y pequeñas ermitas que tanto abundan en la zona que hemos visitado. Empiezo por una de las más cercanas a nuestra casa:

SAN VICENTE DE LABUERDA



En este día anunciaban mal tiempo y no teniamos claro el destino.

Queríamos ir al Valle de Ordesa y pasear un rato bajo las hayas y junto al río Arazas, pero teníamos problemas físicos en el grupo y aquello es duro, más por su longitud, que por su desnivel. No obstante nos pusimos en marcha con un día espléndido y salimos hacia Escalona dirección L’Ainsa.
Al pasar por Labuerda nos acordamos de que allí había una iglesia que merecía la pena ver.

Retrocedimos un poco porque la subida está un poco antes del pueblo y es fácil pasarse si no se va muy pendiente. Allí hay un cartel indicador hacia San Vicente, pero no muy visible así que atentos para no pasarse.
Subimos por un callejón estrecho que en un momento parece que no tuviera salida, pero después de unos 3 Kms y antes de llegar al pueblo exenta y sobre una pequeña elevación se encuentra la iglesia que buscamos


DESCRIPCIÓN DEL CONJUNTO MONUMENTAL

El conjunto monumental de San Vicente de Labuerda, declarado Bien de Interés Cultural en 2002, está presidido por su parroquial y se completa con dos edificios más: el esconjuradero y la abadía.



LA IGLESIA

La Iglesia parroquial es obra del siglo XII, con nave única de planta rectangular y ábside orientado al este.

A partir del siglo XVI se añadirían las capillas laterales y sufriría otras modificaciones que se hacen evidentes en la sacristía y en el campanario, que remata en chapitel octogonal.



El ábside, en el que se abren dos vanos, está coronado por un friso decorado con una serie de pequeñas columnas bajo el alero, elemento que nos habla de cierta influencia lombarda, aunque el resto de rasgos decorativos y su portada, abierta al sur en arco de medio punto con tres arquivoltas, sitúan la iglesia en la corriente jacobea propia del románico.


La portada de la iglesia se abre en el muro sur; bajo un porche moderno. Se compone de cuatro arquivoltas de arista viva en degradación, apeando a través de columnas con su porción superior tallada a modo de capitel.


El estilo del conjunto, evoca vivamente al de Santa María de L´Ainsa
El extremo superior de las columnas está tallado con motivos geométricos, rudos y de una bella simplicidad; evidentemente más antiguos que la fecha de construcción de la iglesia; y por tanto reutilizados.


Al interior, se ha eliminado la abundante decoración existente que ocultaba la estructura de la cabecera de la iglesia, conservándose algunos motivos “testimoniales” como el Agnus Dei;

o el “jarrón” con la fecha en su interior (1774)


Sobre el altar mayor, se emplaza una joya del arte gótico: el retablo dedicado a San Vicente mártir, realizado a finales del siglo XV por Juan de la Abadía.

Está presidido en los lugares preferentes por San Miguel, San Vicente y San Lorenzo. En la tabla central se realza la figura del mártir patrono del templo, con la rueda de molino con que fue lanzado a las aguas.


Varias cruces de consagración adornan las paredes del templo.


Por último decir que la pila bautismal, se halla semiempotrada en una capilla lateral frente a la puerta de acceso al templo.


LA ABADIA

Este edificio manifiesta unas dimensiones acordes con las de la parroquial, es decir, de gran volumen constructivo.

Dividida en dos plantas útiles más el espacio bajo la cubierta, contaba con horno propio y otras estancias que permitían al clérigo titular de San Vicente administrar los bienes de la parroquia y disponer de lo necesario para vivir con autonomía



UNA TRADICION
TRANSFRONTERIZA

De la abadía parte el camino que conduce a la ermita de San Visorio, en la ladera de la montaña. Según la tradición, San Visorio (Missolin para los franceses) nació en Cadellhan, en el vecino valle d'Aure. en el año 985.

Acudió a San Vicente, frontera entonces de la cristiandad, donde conoció al ermitaño Froilán, y fué muerto por los musulmanes junto a sus dos acólitos, Clemente y Firminiano.



Poco se sabia de los restos de Visorio hasta que un día, desde Banastón, se vio a lo lejos una columna de fuego. Las gentes acudieron en procesión y hallaron los cuerpos del santo y de los dos niños.

Desde entonces, la iglesia de San Vicente guarda las reliquias de San Visorio y tiene lugar una masiva romería por partida doble: por un lado el domingo más próximo al 15 de mayo acuden aquí vecinos de San Vicente, Labuerda, Banastón Cadelhan-Trachére. Haciendo del encuentro una auténtica fiesta, y. por otro, el último domingo de agosto o primero de septiembre los romeros se reúnen en Cadelhan, consolidando así los lazos entre las dos comunidades pirenaicas.




EL ESCONJURADERO

Responde al arquetipo de esta clase de edificios presentes en Sobrarbe (en Guaso, Almazorre, Asin de Broto, Burgasé o Mediano -éste último bajo las aguas del embalse del mismo nombre.

Se trata de una construcción popular, de planta cuadrangular, hoy perfectamente rehabilitada, que en el caso de San Vicente se convierte en la puerta principal de entrada al recinto monumental, pues es el paso obligado tanto para acceder a la iglesia como al cementerio.

Su función era eminentemente práctica pero, eso si, relacionada con las creencias populares de épocas en las que se temía la ira del cielo como consecuencia de los actos humanos.


Desde aquí s'esconchuraba, es decir, se invocaba a las alturas no sólo para espantar tormentas, sino también para ahuyentar otro tipo de males como, por ejemplo, plagas de langosta o demonios.

Cuando la bruxa del lugar lanzaba la tormenta, repicaban las campanas, el mosén corría a refugiarse en el esconjuradero, y lanzando a viva voz las formulas sagradas, asperjaba agua bendita contra las nubes negras. Hoy se conserva una de esas formulas que el mosén gritaba en San Vicente:


“Boiretas en San Bizien y Labuerda: no apedregaráz cuando lleguéz t´Araguás: ¡zi! ¡zas!”


Asociado a los rituales del conjuratorio había todo tipo de prácticas más o menos cristianizadas de
religiosidad popular o superstición, según cómo se interpreten.

Una de ellas eran las oraciones denominadas tentenublo (Detente, nublado), como ésta:

Tentenublo, tente en ti, no te caigas sobre mí; guarda el pan, guarda el vino, guarda los campos, que están floridos.


Después de tan agradable visita seguimos camino hacia Torla que era nuestro destino inmediato.