jueves, 7 de febrero de 2008

EL CERRO DE SAN ANTON



EL PEÑÓN DE BUENAVISTA

Hoy quiero daros información del Cerro de San Antón, concretamente datos históricos relacionados con él, aprovechando que obran en mi poder dos publicaciones que hablan del mismo.

Se trata de una, llamada: “Por los caminos del monte de San Antón” de mis amigos Fernández Sanmartín, Valero y otros, editada por Airon y otra, titulada “El Valle de las Viñas de Miraflores del Palo”, publicada por la Diputación de Málaga, hace ya algunos años y cuyos autores son Joaquin Ruano y José A. Barberá.
Gracias a todos ellos por escribir de nuestro querido Monte o Cerro de San Antón que es como siempre le hemos llamado.


HISTORIA
La referencia histórica más antigua que poseemos del Cerro de San Antón está fechada en el IV milenio (hace entre 6.000 y 5.000 años).
En las cuevas, más bien grietas entre las calizas, de la cumbre Oeste, se encontraron varios vasos de ofrendas junto a utensilios de piedra al lado de restos humanos. De donde se deduce el uso funerario de esta cueva o grieta.

Los restos de muretes de piedra (posibles viviendas rectangulares, cuadradas y algunas circulares), restos de cerámica y acumulación de cantos de la cima Oeste, evidencian la existencia de un poblado medieval. Probablemente el pozo o mina de agua situado en el collado entre las dos cumbres sea de la misma época.


Ya en el siglo XV es preciso citar la batalla del Jaboneros que nos relata Guillen Robles.

Al parecer, Pedro Enríquez que era el Adelantado de Andalucía, Juan de Silva, Conde de Cifuentes, y el Alcaide de Antequera, Alonso de Aguilar, decidieron dirigir una cabalgada al interior del territorio malagueño.
Se invitó también al Maestre de Santiago, Alonso de Cárdenas, a Juan de Robles, Alcaide y Corregidor de Jerez, al Marqués de Cádiz, y a otros muchos caballeros, juntándose todos con sus huestes en Antequera (que entonces, 1483, era cristiana).
En total unos tres mil caballeros y unos mil infantes, lo que es una fuerza considerable para la época.

 

El Marqués de Cádiz propuso que se dirigieran hacia la zona de Almogía, por donde el paso de las huestes sería fácil y la caballería podría evolucionar desahogadamente, y además la riqueza agraria y pecuaria de la zona ofrecía un rico botín.

Pero el Maestre de Santiago propuso la zona de la Axarquía que creía de fácil tránsito y en la que había riquísimas manufacturas de sedería.
El Marqués de Cádiz adujo que la tierra de la Axarquía era áspera y montuosa y que la caballería no podría luchar en aquellos escarpados lugares, faltando además la infantería que defendiera a los jinetes. Pero la codicia de los caballeros que pensaban encontrar grandes tesoros en aquellos ignotos parajes pudo más.
En la mañana del jueves 20 de marzo de 1483, los expedicionarios partieron de Antequera y nada más entrar en la Axarquía encontraron cerros y colinas escarpados, grandes pendientes, sendas que se abrían sobre profundas hondonadas, tajos, barrancos y cañadas llenas de zarzales y otros arbustos espinosos. bosques de encinas y de monte bajo muy espeso que dificultaba la marcha cansando a los infantes y desesperando a los jinetes.
Al fin la vanguardia llegó a una aldea, Moclinejo, cuyos habitantes desaparecieron entre breñas y jarales, llamando a gritos a sus vecinos y haciendo cundir la alarma. La aldea ardió por los cuatro costados, despechados los cristianos por no haber encontrado botín apreciable.

 

Pronto los moradores de la zona, al ser incendiadas sus casas, perseguidas sus familias y amenazadas de ruina sus posesiones, por tener al enemigo en casa, se dirigieron a los cerros haciendo fuegos de aviso.
En poco tiempo, por las trochas, entre los jarales del monte, saltando de peña en peña y penetrando por las cañadas, tomaron los pasos por donde tenían que desembocar los cristianos. Caía la tarde y la hueste cristiana caminaba trabajosamente luchando con los obstáculos y escabrosidades del terreno, cuando un confuso griterío enardeció los ecos de cerros y colinas.
Empezaron a caer grandes peñascos, troncos de árboles y una nube de saetas dirigidas contra los expedicionarios. Se produjo una gran confusión, caballos heridos por los dardos y espantados por el rodar de las peñas y el griterío de los moros, descabalgaban a los jinetes. La noche vino a aumentar la angustiosa congoja de soldados y caballeros.

 

El Marqués de Cádiz con cincuenta caballeros quedó aislado y se puso en fuga atravesando veredas escarpadas, bajando y subiendo cerros. Cansados, tristes, angustiados por la suerte de sus infelices compañeros de armas consiguieron llegar hasta Antequera.


 
En la tarde de ese mismo día los centinelas y vigías de Málaga dieron en la ciudad la voz de alarma pues unos cuantos jóvenes cristianos habían dejado atrás su hueste y desde la Axarquía, con temerario valor, se presentaron en la capital dando una vuelta alrededor de sus muros.
El anciano sultán de Málaga, Muley Hacen, se reunió con sus cortesanos para organizar la ayuda. Salieron parte de las guarniciones de la Alcazaba y Gibralfaro man-dadas por Reduan Venegas hacia la zona de la cuesta de La Reina y las restantes fuerzas, al mando de El Zagal, fueron por la orilla del Jaboneros
Angustiosa fue la noche para los cristianos. Los que se habían desbandado para saquear e incendiar consiguieron unirse de nuevo a la hueste. Los capitanes comprendieron que no había medio humano de continuar la empresa y decidieron abandonarla, volviendo a través de las fragosidades por las que habían venido.

 

Así, el viernes día de San Benito, al quebrar los primeros albores, las mesnadas se pusieron en marcha por las lomas del Arroyo Jaboneros. Entonces vieron llegar tropas moras bien armadas y organizadas.

Una nube de flechas y venablos aclaraba las filas cristianas y los peñascos arrastraban a los precipicios a caballos y jinetes. El espanto quebrantó las reglas del honor y la disciplina, jefes y soldados se desbandaron, unos huyendo, otros ocultándose entre el matorral o en las hendiduras de las rocas, precipitándose varios por los barrancos, todos en confusión, ciegos y desesperados.
El Maestre de Santiago, rodeado de algunos caballeros, tomó una cuesta arriba desesperadamente. En ella murieron Diego Becerro, Alférez de la Orden de Santiago, Juan de Osorio, Juan de Bazán y otros muchos caballeros. Al fin, galopando entre muertos y heridos el Maestre pudo ponerse a salvo.

 
Algunos otros caballeros que se salvaron tomaron la vía de Alora. Los que se dirigieron hacia el mar cayeron junto a Cútar en manos del Zagal.

 
En las lomas la carnicería fue espantosa, los moros bajaban desde las alturas asaeteando a los fugitivos, alanceando a los rezagados, tomando como cautivos a los que creían principales y buscando a los que se habían escondido. Don Diego, Don Lope y Don Beltrán Ponce de León, hermanos del Marqués de Cádiz murieron. Gómez Méndez de Sotomayor, Alcaide de Utrera, Alfonso de las Casas y otros muchos caballeros de la baja Andalucía quedaron muertos en las lomas de Málaga, una de las cuales se llamó desde entonces “de la matanza”.
Actualmente llamamos Cerro de la Matanza, al pico que tenemos al Norte del San Antón, en la margen derecha del Jaboneros, con un perfil claramente cónico.
El Conde de Cifuentes fue capturado por Reduan Venegas y llevado como prisionero a Málaga. De los mesnaderos y de la gente que había seguido a los cristianos más con ánimo de robar que de combatir, la mayoría fueron degollados.
La batalla de la Axarquía, o de las Lomas de Málaga, o del Jaboneros, costó a los cristianos ochocientos muertos, mil quinientos prisioneros, entre ellos cuatrocientas personas de cuenta y la pérdida de la caballería, armas y pertrechos de guerra.

 
Málaga se vistió de fiesta. Niños, ancianos, nobles, plebeyos, moros y judíos, corrieron a las murallas. Por todas partes se veían rostros alegres que se congratulaban de la buena nueva y por todas partes se oía aclamar a los vencedores. El estandarte de la Orden de Santiago y el del Marqués de Cádiz, pasaban por las calles.

 
El terrible Conde de Cifuentes y sus caballeros, severos, altivos, sombríos, manchadas de sangre las vestiduras, subían a la Alcazaba cautivos, sin haber podido saquear la Axarquía.
Hasta aquí el resumen de la batalla. Hemos tratado de conservar en lo posible la terminología y el estilo de Guillen Robles.


 
Cuatro años después, en 1487, se produjo la conquista de Málaga por los Reyes Católicos. En 1496, cuando se estaba realizando el repartimiento de tierras, el Repartidor de Málaga, Bachiller Juan Alonso Serrano, recibió la petición de unos frailes para fundar una ermita (“desierto” era la palabra utilizada) donde retirarse como ermitaños, en el Cerro de Bueñavista.
El citado Bachiller hizo donación del sitio en nombre de los Reyes Católicos, concediéndoles cien fanegas (unas sesenta hectáreas) de tierra útil en las cercanías para que las cultivasen. A los ermitaños Fray Antonio y Fray Marcos se les pone como condición la de no poder vender ni enajenar dichas tierras. En los Libros de Repartimientos consta que había un casa y una huerta que habían pertenecido a un musulmán expulsado o cautivo. Los frailes dieron a la ermita el nombre de San Antón, en honor de San Antonio Abad (250-356) padre de todos los ermitaños, y por esta razón con el tiempo el nombre de Cerro o Peña de Buenavista pasase a ser de San Antón.

 
La ermita se llamaba de Santa María de Buenavista, imagen que hoy preside el altar mayor. La ermita sufre toda una serie de avalares a lo largo de los siglos, siendo ocupada por clérigos y frailes de diferentes órdenes.
En 1743 se realizó el deslinde de la propiedad por el canónigo de la Catedral de Málaga Don Leonardo Urtusastegui y el amojonamiento realizado se ha conservado hasta que la finca se ha vendido por parcelas.
El canónigo citado ordenó la realización de la mina que abasteciera de agua a la ermita y a la huerta. Puede verse el pequeño edificio, conocido como mina del Obispo, en la calle Palmeras, detrás de la ermita.

 

Fernando VI en 1753 cedió toda la heredad en beneficio del Hospital de San Lázaro y el Prepósito de San Felipe Neri solicitó la donación, obligándose a pagar 72 ducados anuales al citado Hospital de leprosos. Se hicieron doce cuevas con sus huertecillos para otros tantos ermitaños y el Racionero de la Catedral, Antonio Aznar, construyó junto a la ermita una vivienda en la pudiese retirarse a descansar.


Los bienes de San Felipe Neri, desamortizados en 1836, pasan a manos privadas (algunos posteriormente donados al Instituto de calle Gaona) y esa es la situación actual. La ermita está bien conservada. La escultura de San Antón sentado, se encuentra desde 1962 en el Museo de Bellas Artes de Málaga. Se atribuye a Fernando Ortiz (siglo XVIII).

Hasta los años sesenta los paleños subían en romería el 17 de Enero, fiesta de San Antón.

Llevaban una tarima donde se bailaban verdiales, la gente se dispersaba por la pradera entre los árboles y comía de fiambre. Actualmente la romería se hace a la parte Oeste del monte, a la zona del Lagarillo Blanco.

Hay que mencionar también las excursiones que en 1837 hizo Edmond Boissier, botánico suizo que describió el pinsapo, probablemente dirigido al San Antón por Pablo Prolongo y Félix Haenseloer. Decía Boissier: Otra excursión, aún más interesante, y que hice en varías ocasiones, es la del cerro, o pico de San Antón...