lunes, 7 de enero de 2008

UN PASEO HASTA EL TAJO DE LA CAINA

La Sierra de la Nieves

Hoy os quiero llevar de paseo a un lugar muy bonito, agradable de pasear, original y con un punto de espectacularidad. Yo he estado un par de veces y siempre me han quedado ganas de volver.

La dificultad es mediana, pero se puede adaptar a las posibilidades del paseante, porque como la ida es relativamente cómoda, hasta el Tajo, el que no quiera aventuras puede volverse por el mismo sitio y si quiere más dureza puede volver bajando el valle, como indica el relato.


Tengo que decir que me han acompañado, personas de mi edad, no muy acostumbradas a paseos por el monte y fueron capaces de llegar hasta el final; cansados, eso si, pero orgullosos de haberlo hecho y felices por lo que vieron.

En total el recorrido propuesto tiene unos 7 Kms

Apuntes históricos de la zona

El Parque Natural de la Sierra de las Nieves ocupa una superficie de poco más de 16.000 hectáreas.
Constituye una de las zonas más interesantes de la Serranía de Ronda sobre todo por los bosques de pinsapos que resultan sorprendentes en estas latitudes (téngase en cuenta que los abetales más próximos se encuentran en los Pirineos).


El nombre de la sierra hace referencia según algunos a la industria de conservación de la nieve que al parecer funcionó hasta 1931. Se hacían unos “pozos de nieve” donde se almacenaba ésta después de las nevadas de primavera, se apisonaba y tapaba con matorrales y tierra para bajarla hasta Málaga y otros lugares en el verano. El transporte se hacía de noche y a lomos de mulo, envolviendo la nieve en paja fina que servía de aislante.
Sin embargo es probable que sea más propio llamarla “de las Nieves” (y no “de la Nieve”) pues es de las pocas que permanecen nevadas varios días al año y este panorama es visible desde muchos lugares de la provincia.
Las precipitaciones que recibe la sierra, alrededor de1.000 litros por metro cuadrado al año, se filtra entre las calizas y dan lugar a surgencias de agua que originan ríos como el Turón (al Norte) que después de pasar por El Burgo forma el embalse del Conde de Guadalhorce, antes de desembocar en el río del mismo nombre. Al Sur el río Grande tras pasar por Tolox desemboca igualmente en el Guadalhorce. También al Sur de la Sierra nace el río Verde que origina el embalse de la Concepción cerca de Istán.

El nombre del itinerario lo da un profundo tajo que es el límite entre Tolox y Yunquera. Según la leyenda, una señora de nombre Caína y escandaloso comportamiento fue condenada por la Inquisición a ser quemada. Sin embargo, después de un largo proceso se decidió que una mujer cuyo nombre era el femenino de Caín, primer asesino bíblico, no podía ser ajusticiada de forma vulgar. El alto clero propuso que fuera despeñada por un tajo para escarmiento y enseñanza de los habitantes de Tolox y Yunquera.
Por eso el límite municipal de ambos pueblos se conoce como Tajo de la Caína.

Cómo llegar

Se sale para, desde Málaga, hacia Yunquera por la Autovía de Campanillas. A la altura de Cártama se toma dirección Coin, por la A-355. Pasado Coín se sigue por la N-366 hacia Alozaina y desde aquí a Yunquera. No es necesario entrar en el pueblo. Siguiendo por la misma carretera, dirección El Burgo y pasada la Torre Vigía, en el Km. 34,5 encontramos a nuestra izquierda una torreta de piedra que pone “Camino forestal a la Sierra de las Nieves” y al lado el cartel de la AMA (Cuidado porque no está muy claro en esta dirección, ya que el cartel se lee bien si vienes del Burgo, pero no al revés). Como referencia podemos tomar una gasolinera que hay más o menos a esa altura.


Tomamos por este carril, pasamos por la “Cañada del tío Felipe” y el campo de fútbol y seguimos primero en pendiente suave que va aumentando. A unos 4 kms, encontramos el puesto de control y una portilla que después de una curva nos deja en una bifurcación. Tomamos el carril de la izquierda y a unos 2 kms, llegamos al punto de partida del paseo, donde podemos dejar los coches. El carril de tierra se hace largo por lo que recomiendo paciencia.

Este punto, donde termina el carril, es el Mirador de Luis Ceballos y no tiene pérdida. Antes habremos pasado entre los primeros pinsapos.

En total el carril tiene unos 6 kms.











Comenzamos la marcha por el camino que a la derecha comienza junto a un gran enebro, en dirección Noroeste, por la ladera de solana (que mira al Sur) (incluyo foto aclaratoria, donde se ve el panel que hay al empezar), que está poblada de enebro, romero, jara, gamones, matagallo, esparto y algunas encinas y pinos de Alepo.



Después de 500 m. de bajada, suave, llegamos a un arroyo y comienza una subida de unos 200 m. y bajada de otros 200 hasta el siguiente arroyo. A partir de aquí subimos por una ladera de umbría (que mira al Norte) poblada por un hermosísimo pinsapar con profusión de musgos, liqúenes, hongos, heléboros, torviscos, vistosas peonías en primavera y en los claros rosales.
La subida es dura pero corta (1 km escaso). Al final de ésta se llega a un punto (a 2 kms. escasos desde la salida) conocido por “llano de los gamones”, planta muy abundante llamada también “varita de San José”.


Desde los gamones, el camino sube suavemente entre grandes pinsapos hasta el borde del imponente Tajo de la Caína, distante poco más de medio kilómetro. Seguimos el camino y a unos 200 m. hay una gran cueva y poco después una fuente con un pilón.




Desde aquí la vista es magnífica, con la cañada al fondo y el Torrecilla al frente.

Volvemos hacia el tajo y el camino sube al Cerro del Tocón (encima de la fuente) por el borde del pinsapar. Después de 1 km. (desde la fuente) llegamos a una bifurcación de caminos, junto a un gran pinsapo de varios brazos (candelabro) al lado del cual pasa una pista que baja por el pinsapar llevándonos casi hasta el fondo del valle para llegar finalmente, después de unos 3,5 Kms, al punto de salida por el camino alto.


Flora y fauna.
El pinsapo, Abies pinsapo, fue descrito por primera vez por el botánico ginebrino Edmond Boissier en 1838, cuando realizaba estudios sobre la flora malagueña.
Había entablado amistad con los botánicos malagueños Félix Haenseler y Pablo Prolongo que le mostraron sus herbarios (en los cuales estaba el pinsapo) y le ayudaron en sus investigaciones

El pinsapo es, como hemos dicho, un abeto endémico de la Serranía de Ronda (Sierra de las Nieves, Sierra Bermeja, Sierra de Grazalema, etc.), de porte cónico, que puede alcanzar hasta 30 m., con hojas aciculares de unos 10 mm, dispuestas en las ramas radialmente y dando a éstas forma tubular.

Las piñas (flores) masculinas son de color rojizo y se disponen en las ramas bajas, siendo su tamaño 8-10 mm.


Las piñas (flores) femeninas son de unos 12 cm., color marrón claro (primero verdoso) y situadas en la parte alta del árbol, como en todos los abetos del mismo género, enhiestas (quizás por eso en algunas zonas las llaman “pichas de fraile”).


Las masculinas sólo pueden observarse en primavera, las femeninas persisten y van perdiendo sus escamas y semillas, pero no caen completas al suelo (como ocurre en el caso de los pinos).

El pinsapo es una reliquia de los bosques de la Era Terciaria con climas más fríos y húmedos, que queda por eso confinado a altitudes superiores a los 1.000 m. y en las laderas que miran al Norte (umbrías). Por “suerte” su madera no tiene mucho valor económico ni para construcción ni carboneo, y digo suerte porque me temo que en caso contrario el número de pinsapos sería exiguo.

El peligro de este pinsapar es por un lado los incendios producidos por malvados y desaprensivos y por otro un hongo que por ahora no ha sido posible combatir eficazmente. Los ejemplares que vemos secos son en su mayoría por su causa.

En la fauna de la Sierra lo más significativo es la cabra montes, muy fácil de observar, por supuesto si no se alborota mucho. Otras especies como el oso, el lobo o el quebrantahuesos han desaparecido. Así la última cita del oso es del año 1604. El último quebrantahuesos fue citado en 1921 y el último lobo en 1940.

En los cantiles del Tajo de la Caína hay una numerosa colonia de chovas piquirrojas. Son córvidos con el pico y las patas rojas.










miércoles, 2 de enero de 2008

EL MONASTERIO DE SANTA MARIA DE LA VID

Un cenobio a orillas del Duero


Este monasterio que hoy os propongo se encuentra situado entre Aranda de Duero y el Burgo de Osma, en la carretera que une Valladolid y Soria (N-122), a orillas del río Duero. Allí he estado un par de veces y siempre he venido con ganas de volver. Os animó a que vayais, porque seguro que os gustará.


La comunidad pertenece a la orden de los Agustinos Filipinos y actualmente dedican el monasterio a la formación de novicios y a la acogida de grupos o personas aisladas que quieren vivir unos días de retiro en un lugar privilegiado.


Tiene la hospedería en el interior del recinto monacal y el refectorio es compartido por la comunidad y los huéspedes. También se puede asistir a los oficios litúrgicos con los monjes.
A los huéspedes se les facilita una llave, para que puedan salir y entrar a discreción, aunque se debe ser puntual a las horas de las comidas y recogerse de noche a la hora prevista, antes del cierre de la puerta principal.


También desde este lugar se pueden hacer visitas turísticas o de naturaleza. Está cerca del Burgo de Osma del que ya os hablé. Y cerca de allí está un lugar impresionante, como es el Cañón del Río Lobo.

Es un paraje que nos permite ver la grandiosidad de un desfiladero, excavado en la roca por el Río Ucero, que allí cambia su nombrey contemplar la flora y la fauna abundante, de la que os destaco el buitre leonado que allí vive y se reproduce.



Otro lugar cercano que debemos visitar es Covarrubias, la cuna del Reino de Castilla, y no lejos de allí el Monasterio de Silos, donde puede oírse también el gregoriano, a las horas previstas para los oficios litúrgicos. Incluso no quedan lejos de este alojamiento, Soria, Burgos e incluso Valladolid.



El régimen de alojamiento es de pensión completa, aunque si lo pedimos nos pueden preparar algo de comida, si algún día queremos hacer una excursión más larga
Sobre el hospedaje nos dicen en su página web:
"La tradición de la Orden consideró siempre la hospitalidad como un deber de caridad inspirado en la vida y la doctrina de San Agustín. Fieles a ese espíritu la comunidad del monasterio de la Vid acoge también hoy a todo aquel que quiera acercarse para encontrar unos días de paz; ponerse en presencia de Dios y escuchar su Palabra; en convivencia con la Comunidad Agustiniana con la que podrás compartir la vida y la oración en un ambiente de fraternidad.
La Vid es un lugar privilegiado para convivencias, días de retiro, ejercicios espirituales, estudio y descanso. La hospedería del monasterio tiene capacidad para 75 personas en habitaciones individuales o dobles, con baño individual y calefacción. Ascensor. Está abierta a varones y mujeres.
32 Habitaciones individuales
22 Habitaciones dobles
El huésped comparte la mesa con la comunidad y, si lo desea, puede participar en los momentos de oración. Deberá cooperar siempre a mantener el ambiente de paz y silencio existente en el monasterio. La estancia mínima es de dos días, excepto en los meses de verano que es de una semana. Se requiere gran puntualidad en los actos comunes (Eucaristía, oraciones y comidas) y respetar las normas propias de una hospedería monástica. "
Los precios son:
Pensión completa: 41€ (persona y día)
Estancia mínima: 2 días (en julio y agosto 1 semana)
Para más información puede dirigirse por correo, teléfono o fax, a esta dirección:
Monasterio de Santa María de la Vid Ctra. de Soria, s/n. 09491 LA VID (Burgos).
Teléfono: 947530510 de 10,00-13,30 y 16,30-19,30
Tlf. móvil: 690042920 FAX: 947530429.
correo electrónico: licet@retemail.es



RESEÑA HISTÓRICA DEL MONASTERIO

En torno al año 1140 Sancho Ansúrez y Domingo Gómez de Campdespina, dos nobles castellanos, que habían profesado en la abadía francesa de San Martín de Laón regresaron a Castilla en donde fundaron las dos primeras abadías premonstratenses españolas.
Sancho Ansúrez, con la eficaz ayuda de su poderosa familia, fundó el monasterio de Santa María de Retuerta y Domingo Gómez de Campdespina el de Santa María de Monte Sacro, situado en la orilla derecha del Duero, a unos dos kilómetros del emplazamiento actual del monasterio.
Pocos años después, en 1152, Alfonso VII confirmaba a la Iglesia de Santa María de Monte Sacro, a su abad Domingo y a sus sucesores la propiedad de "illo loco qui vocatur Vide", poniendo como condición que "ibi sub beati Augustini regula commorantes abbatiam constituatis".


Las obras de construcción de la primitiva abadía duraron seis o siete años, según recoge alguna de las crónicas premonstratenses que se conservan en el archivo del monasterio, lo que permite suponer que alrededor de 1160 la comunidad de Monte Sacro se había instalado ya en el nuevo monasterio vitense.
El primitivo monasterio, edificado según los cánones del románico, se vio favorecido desde su fundación por la protección de los monarcas castellanos Alfonso VII, Alfonso VIII y sus inmediatos sucesores.


En 1288 Sancho IV concedió a la comunidad premonstratense los medios necesarios para renovar y ampliar el monasterio, adecuando las primeras construcciones a las necesidades de la abadía, de la que dependían entonces otras quince y que poseía ya un patrimonio territorial importante.
Los siglos medievales vieron alternar el románico con el gótico; los abades extendieron su poder más allá de los muros del monasterio, convirtiéndose en auténticos señores feudales, rectores en lo espiritual y en lo temporal de los canónigos y de sus vasallos. Al llegar el siglo XVI se inició otro capítulo de la historia del monasterio.
Don Íñigo López de Mendoza, miembro de la familia condal de Miranda, consiguió en 1516 que el papa le concediese el nombramiento de abad comendatario.


El deseo de convertir la abadía en el panteón de su familia, le llevó a proyectar y ejecutar profundos cambios en el edificio monástico. Se levantó entonces un nuevo claustro, sustituto del anterior románico, y se construyó la actual iglesia. Además, Don Íñigo se preocupó de la reforma religiosa de los canónigos vitenses, suprimiendo la perpetuidad en el gobierno de los abades que a partir de entonces fueron trienales.


Durante los siglos XVII y XVIII el monasterio se completó hasta adquirir las proporciones que hoy conserva. En esos doscientos años se construyeron nuevos claustros, tres cuerpos de la Iglesia, el coro, el refectorio y, finalmente, en 1798, la impresionante biblioteca. Treinta y siete años después las leyes desamortizadoras de 1835 ponían punto final a la presencia premonstratense. Terminaban bruscamente setecientos años de fecunda historia.
Tras treinta años de desolación y abandono, durante los cuales el monasterio se vio sometido a un auténtico expolio perdiendo los fondos seculares de su biblioteca y gran parte de las numerosas obras de arte conservadas por la comunidad premonstratense, la abadía fue adquirida por la Provincia de Filipinas de la Orden de San Agustín, que la destinó a casa de estudio y formación de sus religiosos. De la Vid salieron centenares de misioneros que realizaron una tarea apostólica grandiosa en Filipinas, donde fundaron y administraron pueblos, parroquias, iglesias, capellanías, escuelas, colegios y una universidad.



De la Provincia de Filipinas nació, en 1926, la Provincia Agustiniana de España, a la que se adjudicó, junto a otras casas, el monasterio de la Vid como centro de formación y estudio de la nueva Provincia. En la actualidad la antigua abadía, que continúa desarrollado una intensa labor cultural desde la Biblioteca, el Archivo y el Museo, se ha convertido en la sede del Noviciado Interprovincial de los Agustinos españoles y ha abierto sus puertas como centro de espiritualidad, no sólo al servicio de los religiosos, sino de todos aquellos que desean encontrarse con el Señor y con María, reina de la Vid, en el silencio, la paz y la convivencia con la Comunidad Agustiniana.


La iglesia actual comenzó a construirse en 1522 bajo la dirección de los maestros Sebastíán de Oria, Pedro de Rasines y Juan de Vallejo; y fue costeada a partes iguales por el cardenal Mendoza y por su hermano el conde de Miranda.
Conserva la bellísima imagen gótica de Santa María de la Vid, esculpida a finales de siglo XIII y que preside la capilla mayor desde un espléndido retablo renacentista, obra del entallador Antonio de Elejalde, ornado con pinturas napolitanas firmadas entre 1590 y 1592 por los artistas Fabrizio de Santa Fede, Domenico Nicenio, Wensel Cobergher, Giambatista Cavagna y Girolamo Imperatore. De la misma época son las rejas que dividen la iglesia, obra del oxomense Juan Rodríguez.


Avanzado el siglo XVII se realizaron los retablos laterales, los púlpitos y las esculturas situadas en las trompas de la cúpula. Ya en el siglo XVIII se culmina la iglesia con la construcción, entre 1723 y 1737, de los últimos tres cuerpos, el coro alto y la espadaña, en donde intervinieron varios arquitectos, destacando entre todos el trasmerano Diego de Horna.
En el fondo de la iglesia está situado el coro donde la comunidad religiosa continúa hoy en día celebrando la liturgia. La sillería coral, obra de los maestros Antonio y Pedro de Quintana, realizada en 1665, es una obra de nogal concebida en dos pisos con 58 sitiales separados por columnas salomónicas. Las misericordias tienen motivos florales, zoológicos y elementos de la heráldica propia del monasterio. La silla del abad y la del piso inferior destacan sobre el resto del conjunto. En el sitial inferior, dentro de un marco acodillado, se encuentra un relieve representando la imposición del escapulario a San Norberto. En el respaldo abacial se situó una hornacina, flanqueada por tres pares de columnas salomónicas, que alberga una talla de San Norberto transformada en San Agustín desde 1865.
EL claustro comenzó a construirse en 1517 ocupando el espacio del anterior claustro románico. De planta cuadrangular presenta dos pisos con siete tramos en cada panda. El bajo conserva gran parte de la estructura efectuada durante el siglo XVI , probablemente de forma simultánea a la capilla mayor. Las pandas están cubiertas con bóvedas estrelladas muy planas de amplias claves cuyos nervios descansan en cabezas de serafines.
El segundo piso se levantó de nueva planta en la segunda mitad del siglo XVIII sustituyendo al construido en el siglo XVI. Al exterior se abren siete ventanales formados por arcos de medio punto flanqueados por columnas y retropilastras jónicas. En las enjutas de los arcos se situó un amplio repertorio ornamental.


En el claustro bajo, se conserva la fachada de la primitiva sala capitular realizada en la segunda mitad del siglo XII. El tipo de arquería y la calidad escultórica de los capiteles permiten relacionarla con las magníficas salas capitulares de El Burgo de Osma o San Pedro de Soria.



La Sacristía, encargada por el abad Bernardo de León al maestro de cantería Juan de la Verde en 1625, es una gran estancia rectangular de tres tramos cuyos muros aparecen recorridos en el tercio superior por una cornisa moldurada, reforzándose en los ángulos con pilastras. La cubierta se resuelve mediante bóvedas de cañón con lunetos. Los vanos termales permanecen ciegos y reciben la habitual decoración en yeso de un círculo flanqueado por triángulos. Es un ámbito de amplias dimensiones, en el que contrasta la sobriedad de los muros con el tratamiento formal desplegado en las cubiertas.
El efecto de grandiosidad de la sala queda subrayado por la doble cajonería de nogal dispuesta en los lados menores del rectángulo, obra del siglo XVII y por la mesa central realizada un siglo después. La decoración se completa con doce lienzos representando a los apóstoles, obra de la escuela napolitana del siglo XVI, donados al monasterio por don Juan de Zúñiga, primer duque de Peñaranda.


La Biblioteca, fue la última gran obra arquitectónica de la comunidad premonstratense. Situada encima del refectorio, se accede a ella a través de una puerta monumental situada en un vestíbulo cubierto por una bóveda rebajada. Traspasado el ingreso nos encontramos con una sala rectangular (32x7 metros), cubierta por bóveda de cañón de siete cuerpos con lunetos en los que se abren los ventanales que iluminan el local.
La bóveda está decorada con símbolos abaciales propios del monasterio, rodeados de coronas formadas por palmas; en el centro, sobre fondo de rayos, el Espíritu Santo en forma de paloma simboliza la sabiduría divina a la cual está dedicada la biblioteca. Al fondo, presidiendo el conjunto, un lienzo de la Inmaculada flanqueado por pilastras jónicas y rematado por un frontón semicircular. Rodeando el salón se distribuye una rica estantería neoclásica que se adapta a la estructura arquitectónica y se distribuye en dos niveles a los que se accede por medio de cuatro escaleras interiores.
Cuando el asombrado visitante da la vuelta para abandonar la biblioteca percibe que el lugar por donde hizo su entrada no se parece en nada al vestíbulo anterior; el frontón semicircular se ha transformado en un vano paladiano sustentado por pilastras jónicas pareadas y adornado con jarrones que se cubre con un arco casi triunfal. Con ello se ha revitalizado el interior en contraste con la sencillez exterior. se ha primado el ámbito privado al que acceden los iniciados a la sabiduría.
El Refectorio, construido a mediados del siglo XVIII en el espacio que ocupaban la cocina y el comedor medieval, es una gran sala rectangular que consta de cinco tramos cubiertos con bóvedas de arista articuladas a través de arcos de medio punto y claves ornamentadas con símbolos propios del monasterio y sus abades. Conserva el púlpito de piedra, al que se accede por una escalera disimulada en el muro, donde se realizaban las lecturas que tradicionalmente acompañaban las comidas de los religiosos. Está presidido por un gran lienzo en el que se representa la Santa Cena, obra de la escuela romana del siglo XVIII.
El claustro interior mantiene muy bien conservada su arquitectura. La parte baja, realizada en el siglo XVI, tenía en origen abiertos sus grandes arcos, a finales del siglo XVIII fueron cerrados por la obra actual que recrea, en piedra, modelos empleados en el coronamiento de rejas de esta etapa. Parece ser una transposición de las celosías que durante el tardogótico y el renacimiento cerraban las arquerías de los claustros.

El piso superior se levantó de nueva planta durante la segunda mitad del siglo XVIII. Es una obra de notable calidad en el que el excelente trabajo del material pétreo, la simetría, la riqueza y corrección con que fue empleado el repertorio clásico, se unen a su delicada concepción estilística, equilibradas proporciones y a una sabia búsqueda de efectos plásticos y lumínicos.
El claustro acoge un cuidado jardín con un pozo central a modo de pequeño oasis dentro del conjunto monástico que se convierte en remanso de paz y tranquilidad. Su detenida contemplación y disfrute permite apreciar la armónica integración entre naturaleza y arquitectura, así como gozar de algunas de las más bellas perspectivas de la iglesia. Todo ello transmite al visitante la impresión de encontrarse en el núcleo del monasterio donde, por unos instantes, nuestro acelerado ritmo de vida se detiene adentrándonos en una nueva dimensión temporal.


El conjunto exterior de la Iglesia destaca por la sensación de firmeza y seguridad. El ábside, grueso y macizo, está decorado con sencillez y gracia con los escudos de la casa condal de Miranda que contribuyó decisivamente en la edificación.
La espadaña, en su género, es una de las obras fundamentales del barroco castellano. Construida en el primer tercio del siglo XVIII bajo la dirección de los maestros Domingo de Izaguirre y Diego de Horna, sustituye a la anterior portada gótica. La parte inferior, presidida por una imagen de Santa María de la Vid, se desarrolla bajo un arco triunfal de medio punto flanqueado por pilastras corintias, en cuyo interior se disponen, a modo de retablo, dos cuerpos sustentados por columnas.
La parte superior, a la que con propiedad podemos llamar espadaña, esta formada por tres cuerpos de altura decreciente que adoptan un ritmo piramidal, apoyados sobre un amplio zócalo en el que se sitúa un gran óculo para iluminar el coro a cuyos lados se labraron sendos escudos de la casa ducal de Peñaranda.

Aunque todo el monasterio puede considerarse un Museo, en 1992 se acondicionó la antigua despensa, obra arquitectónica del siglo XVIII, como museo específico dentro del monasterio. Se trata de una gran sala rectangular cruzada en sentido longitudinal por tres arcos de medio punto, en la que se ha introducido una estructura metálica que conforma una segunda planta sin alterar en ningún momento el diseño original del edificio.


En 1998 se inauguraron las salas del Museo Numismático, en el que se expone, de manera didáctica, una mínima parte del fondo de moneda antigua que se conserva en el monetario del monasterio. En mayo de 2003, con motivo de los 850 años de la fundación del Monasterio, se ha inaugurado una exposición conmemorativa que permanecerá abierta hasta diciembre.

A través de libros y documentos recorre la historia del Monasterio desde su fundación hasta la llegada de los agustinos en 1865. Es decir, toda la época premonstratense.


También se expone la reproducción facsimilar del Liber Chronicarum, el incunable más hermoso que se conserva en la Biblioteca.
Una vez más espero que la información os sea útil.