Navegando por el Mar de Tethys
Este itinerario que hoy os propongo, recorre uno de los parajes kársticos(1) mejor conservados de Europa. Está clasificado como Parque Natural desde el año 1978, si bien ya en 1929 había sido declarado Sitio Natural de Interés Nacional. Dentro del entorno del parque se tiene constancia del paso de diferentes civilizaciones, desde el Paleolítico a la actualidad, incluyendo a íberos, romanos y musulmanes.
El itinerario pasa próximo al punto más alto de la Sierra del Torcal, el camorro de Siete Mesas, con 1.336 m. de altitud y nos lleva a observar al Norte toda la vega de Antequera y al Sur parte del valle del río de Campanillas, afluente del Guadalhorce.
Para llegar saldremos por la autovía dirección Antequera y una vez allí tomamos hacia el Sur la carretera comarcal C-3.310, que parte del centro y a 13 Kms, alcanzamos el Parque Natural.
También se puede llegar desde Málaga tomando el desvío a Casabermeja. Allí siguiendo paralelo a la autovía hacia el norte llegamos a un cruce, que a la derecha nos llevaría hacia Colmenar. Nosotros tomaremos a la izquierda la MA-436; tras 6 Kms al llegar a otro cruce tomamos, esta vez, a la derecha, dirección Villanueva de la Concepción. Una vez en el pueblo, se atraviesa y a la salida tomamos hacia El Torcal.
Al llegar al aparcamiento y antes del Centro de Recepción, en la zona Norte comienza el recorrido que haremos por el Torcal, corresponde a la ruta amarilla, que en su comienzo y en el final coincide con la ruta verde.
No es difícil ver el sitio porque hay un panel informativo, cuya foto incluyo en la crónica. Una vez más y como base del relato tomaré las referencias, contenidas en el libro “Por los Caminos de Málaga”.
Siguiendo las indicaciones de las flechas verdes, en unos casos y amarillas en otros, iremos atravesando la primera dolina (depresiones del terreno, con fondos de arcilla).
Se llega al “macetón” una gran roca con una enorme hiedra encima situada a la izquierda del camino, a unos 300 m. del aparcamiento.
Algo más allá del “macetón” el camino describe una curva de 90° a la izquierda para después bajar, volver a subir y llegar, a los 350 m. a un gran arce.
A continuación el camino se bifurca, separándose aquí la ruta verde de la amarilla. Seguimos por la ruta amarilla, apenas indicada, dejando a la izquierda la anterior.
A algo menos de 100 m. pasamos por el Portillo de la Losa. A unos 60 m. el camino no queda bien definido, pero continuamos por la derecha, para llegar, a unos 270 m. del portillo, al “callejón oscuro”.
Al final hay una fuerte, pero corta subida a partir de la cual hay otro giro de 90° hacia la izquierda y se llega a un llano que es una uvala (depresión de mayor tamaño que la dolina), donde se encuentra la figura de la “jarra”.
Continuamos por el camino bien marcado para después de una fuerte bajada llegar a otra dolina al final de la cual se puede ver una flecha amarilla.
Subimos y tras unos 120 m. encontramos un majuelo en medio del camino; aquí habrá que tener cuidado porque hay que hacer un giro de 90° a la izquierda e introducirse por una grieta estrecha en la roca: está marcado por otra flecha amarilla.
Se recorre el “callejón del tabaco”, similar al anterior, con hiedras, espinos y zarzas, y llega a una uvala, a unos 430 m., con las figuras del “camello”, “el adelantado” y “el agrasol”.
Recorremos la uvala y al pasar debajo de un gran arce se inicia una subida y después de llanear, a unos 240 m. se llega al “hoyo de la burra” donde se encuentra el entronque con la ruta verde. Bajamos al hoyo y continuamos por la pared derecha siguiendo ya las estacas verdes.
El camino vuelve a subir para acceder al “hoyo de las ventanillas”. Antes de iniciar la bajada dejamos las flechas verdes para continuar por las amarillas que nos llevarán a las “ventanillas”, pasando por encima de los estratos horizontales que se observan en la pared Sur (a la derecha) del hoyo. Las “ventanillas” es un mirador natural sobre la cabecera del río Campanillas, desde aquí regresamos al albergue.
Formación geológica
El Torcal tiene una extensión de unos 20 kms. cuadrados. Al igual que las cercanas sierras de las Cabras, Camarolos, etc., está constituido por materiales calizos de la Era Secundaria concretamente del periodo Jurásico (hace unos 150 millones de años).
Estos materiales se depositaron en una amplia zona marina que durante toda la era secundaria se extendía de Este a Oeste, por lo que actualmente es Andalucía, al parecer correspondía al mar de Tethys, separando el borde de la Meseta española del macizo montañoso de Sierra Nevada, posiblemente unida al continente africano. Esta zona marina actuaba como un estrecho, poniendo en comunicación las aguas del Atlántico con las del Mediterráneo, yendo desde el actual golfo de Cádiz hasta Alicante.
A comienzos de la Era Terciaria se produce los plegamientos Alpinos, comprimiéndose esta zona por el empuje de la Placa Africana sobre la Euroasiática. Como consecuencia de esto, los estratos se pliegan y emergen de las aguas.
Se origina un pliegue en forma de champiñón con los estratos en el centro dispuestos horizontalmente. Las fuerzas que actúan tanto de comprensión como de distensión, provocan que éstos se fracturen produciendo fallas y diaclasas. Estas estructuras facilitan la disolución de las calizas por el ácido carbónico que se origina al reaccionar el agua con el anhídrido carbónico del aire.
Han tenido lugar también procesos de gelifracción, al haber estado la zona dentro del área de clima periglacial durante las dos últimas glaciaciones del Cuaternario. Todo esto hace que se den en la zona las típicas formaciones de los karst: dolinas, uvalas, callejones, simas, etc. No todos los estratos tienen la misma consistencia, por lo tanto, los más débiles se erosionan más rápido, originándose las estructuras en “bollo”. La disolución de las calizas da lugar a suelos del tipo “terra-rossa” que se depositan en el fondo de las dolinas, callejones, etc.
La riqueza en especies botánicas es considerable, habiendose constatado en la sierra, al menos 600 especies de plantas, agrupadas en casi un centenar de familias.
En la Sierra del Torcal hay una gran nubosidad y pluviosidad debido a la dirección de los vientos dominantes Sur-Este, lo que favorece el desarrollo de una vegetación muy característica; así podemos encontrar, entre las grietas, helechos como el culantrillo y la doradilla. Colgando de algunas encinas se pueden observar unos filamentos con aspecto de barbas que son líquenes del género Usnea.
Entre los árboles, podemos destacar el majuelo o espino albar (Crataegus monogyna), quizás el más abundante y que no es difícil reconocer. En primavera se cargan de flores blancas, con 5 pétalos y en otoño-invierno aparecen unos frutos característicos por su intenso color rojo de pequeño tamaño. Su madera es muy dura y se ha empleado desde la época romana para fabricar bastones (su nombre viene del griego Krataios, que significa fuerte).
Existen también arces, encinas y quejigos; con porte arbustivo podemos distinguir a la coscoja, el endrino y la hiedra. Distribuida por todo el Torcal aparece la hierba ballestera y la peonía.
Si observamos más detenidamente los majuelos, podemos apreciar en sus ramas una planta parásita, el muérdago (Viscum album). De entre los endemismos del Torcal citaremos el lepidio (Lepidium subulatum) y una especie de las linarias. También encontramos una gran variedad de orquídeas. Por último nombramos como planta predominante en algunos puntos del matorral el matagallo, los tomillos y las genistas.
La fauna
La fauna existente es la típica del biotopo rocoso. Dentro de los reptiles se han citado a la salamanquesa, el lagarto ocelado, la víbora hocicuda, la culebra bastarda, la culebrilla ciega, etc.
La representación de los mamíferos la constituyen el zorro, el lirón careto, el conejo, el tejón, la comadreja, la musaraña y más raramente la cabra montes.
Ya más fáciles de ver son las aves, podremos encontrarnos al cernícalo vulgar, la chova piquirroja, la collalba negra, la grajilla y a lo lejos con su parsimonioso vuelo al buitre leonado.
También pueden encontrarse en la zona restos fósiles de los animales marinos que allí existieron. Los más comunes son los amonites que eran un grupo de moluscos cefalópodos que existieron en los mares desde el Devónico hasta el Cretácico. Comprende cuatro subórdenes: phylloceratina, lytoceratina, ammonitina y ancyloceratina. Gracias a su rápida evolución y distribución mundial es un excelente fósil para la datación de rocas (fósil guía).
Un carst se produce por disolución indirecta del carbonato cálcico de las rocas calizas debido a la acción de aguas ligeramente ácidas El proceso es relativamente simple: el anhídrido carbónico de la atmósfera se combina con el agua de lluvia para formar ácido carbónico, que ataca al carbonato cálcico de las margas (que no es soluble en el agua) y lo convierte en bicarbonato cálcico, que sí es soluble en el agua, por lo que queda libre la arcilla, la cual se deposita en las zonas bajas del relieve formando cubetas de terrarossa (término italiano que significa tierra roja) llamadas dolinas, que cuando tienen forma ovalada y sinuosa se llaman uvalas. La unión de varias uvalas forman los poljés.
La terrarossa es, por lo tanto, una arcilla de descalcificación y presenta una gran fertilidad en lo que respecta a su aprovechamiento agrícola.
El Torcal tiene una extensión de unos 20 kms. cuadrados. Al igual que las cercanas sierras de las Cabras, Camarolos, etc., está constituido por materiales calizos de la Era Secundaria concretamente del periodo Jurásico (hace unos 150 millones de años).
Estos materiales se depositaron en una amplia zona marina que durante toda la era secundaria se extendía de Este a Oeste, por lo que actualmente es Andalucía, al parecer correspondía al mar de Tethys, separando el borde de la Meseta española del macizo montañoso de Sierra Nevada, posiblemente unida al continente africano. Esta zona marina actuaba como un estrecho, poniendo en comunicación las aguas del Atlántico con las del Mediterráneo, yendo desde el actual golfo de Cádiz hasta Alicante.
A comienzos de la Era Terciaria se produce los plegamientos Alpinos, comprimiéndose esta zona por el empuje de la Placa Africana sobre la Euroasiática. Como consecuencia de esto, los estratos se pliegan y emergen de las aguas.
Se origina un pliegue en forma de champiñón con los estratos en el centro dispuestos horizontalmente. Las fuerzas que actúan tanto de comprensión como de distensión, provocan que éstos se fracturen produciendo fallas y diaclasas. Estas estructuras facilitan la disolución de las calizas por el ácido carbónico que se origina al reaccionar el agua con el anhídrido carbónico del aire.
Han tenido lugar también procesos de gelifracción, al haber estado la zona dentro del área de clima periglacial durante las dos últimas glaciaciones del Cuaternario. Todo esto hace que se den en la zona las típicas formaciones de los karst: dolinas, uvalas, callejones, simas, etc. No todos los estratos tienen la misma consistencia, por lo tanto, los más débiles se erosionan más rápido, originándose las estructuras en “bollo”. La disolución de las calizas da lugar a suelos del tipo “terra-rossa” que se depositan en el fondo de las dolinas, callejones, etc.
La riqueza en especies botánicas es considerable, habiendose constatado en la sierra, al menos 600 especies de plantas, agrupadas en casi un centenar de familias.
En la Sierra del Torcal hay una gran nubosidad y pluviosidad debido a la dirección de los vientos dominantes Sur-Este, lo que favorece el desarrollo de una vegetación muy característica; así podemos encontrar, entre las grietas, helechos como el culantrillo y la doradilla. Colgando de algunas encinas se pueden observar unos filamentos con aspecto de barbas que son líquenes del género Usnea.
Entre los árboles, podemos destacar el majuelo o espino albar (Crataegus monogyna), quizás el más abundante y que no es difícil reconocer. En primavera se cargan de flores blancas, con 5 pétalos y en otoño-invierno aparecen unos frutos característicos por su intenso color rojo de pequeño tamaño. Su madera es muy dura y se ha empleado desde la época romana para fabricar bastones (su nombre viene del griego Krataios, que significa fuerte).
Existen también arces, encinas y quejigos; con porte arbustivo podemos distinguir a la coscoja, el endrino y la hiedra. Distribuida por todo el Torcal aparece la hierba ballestera y la peonía.
Si observamos más detenidamente los majuelos, podemos apreciar en sus ramas una planta parásita, el muérdago (Viscum album). De entre los endemismos del Torcal citaremos el lepidio (Lepidium subulatum) y una especie de las linarias. También encontramos una gran variedad de orquídeas. Por último nombramos como planta predominante en algunos puntos del matorral el matagallo, los tomillos y las genistas.
La fauna
La fauna existente es la típica del biotopo rocoso. Dentro de los reptiles se han citado a la salamanquesa, el lagarto ocelado, la víbora hocicuda, la culebra bastarda, la culebrilla ciega, etc.
La representación de los mamíferos la constituyen el zorro, el lirón careto, el conejo, el tejón, la comadreja, la musaraña y más raramente la cabra montes.
Ya más fáciles de ver son las aves, podremos encontrarnos al cernícalo vulgar, la chova piquirroja, la collalba negra, la grajilla y a lo lejos con su parsimonioso vuelo al buitre leonado.
También pueden encontrarse en la zona restos fósiles de los animales marinos que allí existieron. Los más comunes son los amonites que eran un grupo de moluscos cefalópodos que existieron en los mares desde el Devónico hasta el Cretácico. Comprende cuatro subórdenes: phylloceratina, lytoceratina, ammonitina y ancyloceratina. Gracias a su rápida evolución y distribución mundial es un excelente fósil para la datación de rocas (fósil guía).
Un carst se produce por disolución indirecta del carbonato cálcico de las rocas calizas debido a la acción de aguas ligeramente ácidas El proceso es relativamente simple: el anhídrido carbónico de la atmósfera se combina con el agua de lluvia para formar ácido carbónico, que ataca al carbonato cálcico de las margas (que no es soluble en el agua) y lo convierte en bicarbonato cálcico, que sí es soluble en el agua, por lo que queda libre la arcilla, la cual se deposita en las zonas bajas del relieve formando cubetas de terrarossa (término italiano que significa tierra roja) llamadas dolinas, que cuando tienen forma ovalada y sinuosa se llaman uvalas. La unión de varias uvalas forman los poljés.
La terrarossa es, por lo tanto, una arcilla de descalcificación y presenta una gran fertilidad en lo que respecta a su aprovechamiento agrícola.
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